Convertirse en el personaje del Gato en la telenovela Carmín lo marcó a fuego. Mantiene el despeinado adolescente de alguien a quien el tiempo no parece haberle pasado encima. La misma sonrisa. Carlos Bañuelos puede haberse puesto en la piel de decenas de personajes, pero para todos los que se anclaron frente la tele en 1985 siempre será el Gato. Y no somos pocos.

Desde entonces ha hecho cientos de cosas con mayor o menor éxito. Estudió cine, vivió en México, se fue a Madrid, participó en películas y series, volvió al Perú, escribió una serie, volvió a Madrid, hizo más cine y más series, formó la compañía de teatro Il trancce di las besthias (junto con Ronal Cruces) y ahora presenta un programa de mascotas en Panamericana Televisión, entre otros proyectos realizados y pendientes.

Durante todo este tiempo (en realidad, antes, mientras y, con toda seguridad, también después), el Gato coleccionaba cómics. Hoy, entre dos casas en Lima y una en Madrid, cuenta con más de 5 mil ejemplares de superhéroes de la DC y Marvel.

“Cuando era chico, mi nana salía los viernes y los lunes me traía de regalo un cómic. Al principio los recortaba, pero luego fui al parque Universitario y descubrí un mundo del intercambio y la compra y venta de cómics. Descubrí que podía recuperar todo lo que había echado a perder”, cuenta mientras hace un repaso por algunos de los 350 muñecos, también de DC y Marvel, o de alguno de sus dibujos originales.

Son cosas que ha ido comprando en tiendas, en mercadillos, en subastas con previa cita donde te enseñan cómics a través de un vidrio. Son primeras ediciones que pueden llegar a costar lo mismo que un carro o una casa y solo te enseñan 2 ó 3 por cita. También ha ido engrosando su colección en convenciones, como la ComicCon, donde hizo cola desde la 4 de la mañana para ser el primero en entrar, para conseguir un autógrafo, un retrato de Batman firmado por Neal Adams de ser posible (“el dibujante que redefinió Batman en los 70”) y estrechar la mano de Stan Lee.

Aunque le gustan mucho los superhéroes de Marvel (X-Men, Los 4 fantásticos, Spiderman, Capitán América, etc) porque son más complejos (“No quieren tener sus poderes, están perturbados o tienen un trauma”), su favorito está en DC y siempre será Batman ( “un héroe formado a sí mismo”). Por ello le resulta insoportable pensar que Ben Affleck podría interpretarlo en el cine (“demasiado blando”).

También está Watchmen, que es su adaptación favorita al cine (“porque le cambiaron el final y para mí quedó mejor”) y su ídolo máximo: el dibujante Jack Kirby, quien, junto con Stan Lee, creó una tanda de superhéroes para la eternidad, como Los 4 fantásticos, Hulk o Iron Man, entre muchos otros. (“Una pena no haberme hecho una foto con él”).

Pero, sobre todo, están las grandes enseñanzas, las historias con las que intentaba entender el sentido de la vida cuando niño. Como ese capítulo donde Spiderman se queda atrapado en los escombros de una base submarina. Lucha por salir porque, por algún motivo, si no sale rápido su tía morirá. “De niño me impresionó mucho esa historia. Ser un héroe, realmente, es vencer tus miedos y todo lo que se te venga encima. Los cómics son positivos y transmiten valores”.

La filosofía detrás del cómic no lo exonera de, a veces, sentirse un poco culpable por gastar en cosas que realmente no necesita y que, además, exigen una gran responsabilidad. Porque a los cómics se les clasifica, almacena, se les cambia el plástico, ventila. Es un trabajo infinito, que necesita una metodología, una disciplina.

Pero la culpa se calma pensando que siempre hay alguien más grande, más obsesivo, alguien que compra más, que colecciona desde antes, que es capaz de conseguir cómics imposibles e invalorables, como Fernando Franco, gran amigo y coleccionista de to-do, con un ojo privilegiado para cazar joyas.

“En un mercado del Callao encontró la primera aparición de Visión, uno de Los Vengadores, de los años 60. Pagó 2 soles por algo que no tiene precio”. Franco, evidentemente, es el coleccionista número 1. Y Gato no tiene pensando superarlo.