Esta no es la historia de una enfermera que encontró un Stradivarius en la basura. Esta es la historia de los Modlin. Y también es la historia de Paco Gómez, un fotógrafo que encontró en la calle el legado de una familia de artistas norteamericanos, los Modlin, que migraron a Madrid con la esperanza de cumplir el sueño de la fama universal y murieron, o creyeron morir, en el anonimato.

Muchos años antes que todas esas fotos, ropa, cartas y objetos fueran puestos en la vía pública, Paco trabajó de basurero mientras estudiaba Ingeniería de Caminos. En esas noches largas colgado del estribo del camión, aprendió a identificar los desperdicios y a imaginar la vida de las personas en función de sus bolsas de basura. Aprendió, incluso, a detectar el contenido de ellas por el peso: sabía cuándo se trataba de una ruptura, un fallecimiento, un desalojo o un síndrome de Diógenes.

Cuando vio los desperdicios de la familia Modlin apilados en la calle Pez (y a varias personas hurgando y llevándose retazos de esas vidas), Paco supo inmediatamente que toda esa basura, en realidad, era un tesoro.

¿Quiénes eran los Modlin?

Los Modlin eran una familia de norteamericanos que vivieron en Madrid en los años setenta. Elmer, el padre, era actor. Un actor de reparto y de anuncios publicitarios que siempre obtuvo papeles muy pequeños. El más celebrado fue una breve aparición en Rosemary´s baby, de Roman Polanski. Margaret, la madre, era pintora de cuadros surrealistas y Nelson, el hijo, se dedicó primero al doblaje y a trabajos publicitarios pero luego quiso desmarcarse totalmente del mundo artístico.

Margaret murió en 1998 en el anonimato artístico. Cuatro años después, Nelson murió de un infarto que le partió en tres el corazón. Al poco tiempo, alcoholizado, medio loco, deprimido y solo, Elmer falleció en un hospital de Madrid.

Al no tener herederos, vinieron unos familiares de Estados Unidos a gestionar sus pertenencias. Se llevaron lo que pudieron. El resto de cosas fueron dejadas en la vía pública y algunas de ellas terminaron en una caja de frutas en la casa de Paco Gómez.

Si en ese entonces Paco se preguntaba qué podría contener esa caja y qué podría hacer con toda la información privada de una familia del barrio, jamás se imaginó hasta que punto podría llegar a obsesionarse con los Modlin.

Diez años después

Han pasado diez años desde que Paco recibió la llamada de su cuñado, quien le avisó que acababan de poner en la calle Pez una montaña de fotos y objetos personales. Ahora Paco tiene en sus manos, un libro, su libro, Los Modlin, que logró publicar a través de la web de crowdfunding Verkami, donde triplicó el presupuesto que necesitaba para hacerlo.

El libro contiene muchas de las fotos que encontró Paco y también todas las pistas que siguió para reconstruir la vida de cada uno de los Modlin. En diez años ha llegado a conocerlo absolutamente todo de ellos. Paco empezó hablando con algunas personas de barrio como Loli, del bar El Palentino. O la modista Milagros, que fue la primera en revelarle el profundo deseo de los Modlin de ser reconocidos, de su sed de prestigio y trascendencia. Habló con el albacea, con el mejor amigo de Nelson, con las ex novias de Nelson, con todas las personas que estuvieron directa o indirectamente relacionadas con ellos. Hasta logró que le abrieran la casa donde vivieron, ya abandonada, y encontró el caballete solitario de Margaret en medio del polvo y el olvido.

Así fue desenredando la vida de una familia compuesta por una pintora que mantuvo correspondencia con Henry Miller y cuyo marido la consideraba “la mejor pintora del Apocalipsis”, por un actor secundario que estuvo en Nagasaki después de la explosión de la bomba atómica y por un hijo que en Hollywood fue a un colegio para niños artistas donde le enseñaban esgrima y equitación porque sus papás querían que de grande fuera alguien famoso.

Como Hansel y Gretel, los Modlin fueron dejando pequeñas pistas para que alguien, algún día, encontrara el camino a su casa y contara sus vidas.

Los Modlin, el libro

Paco Gómez es un tipo grande, fuerte, pero también dueño de una sensibilidad casi infantil, que ha logrado indagar en los detalles de la vida de una familia hasta conocerlos, probablemente, más que ellos mismos.

Este libro inclasificable, como la propia vida de los Modlin, es la historia de personas incomprendidas, extranjeras en un país del que ni siquiera aprendieron bien el idioma, que fracasaron en todas sus empresas artísticas. Tal vez eran demasiado modernos para la España franquista. Aunque, ¿realmente fueron unos incomprendidos?¿El arte de Margaret era notable y merecía trascender? ¿Elmer era un actorazo que ningún director supo ver?

A estas alturas, los Modlin sólo serían el recuerdo cada vez más borroso de un puñado de personas. Pero Paco, ese hombre capaz de sacar en brazos a todos los habitantes de un edificio en llamas, ha hecho que vivan para siempre. Ha logrado que sus vidas trasciendan y se conviertan en el retrato de una familia de excéntricos, sí, pero también en un ejemplo de pasión y perseverancia.